Yorman Gámez
¿Por
qué te congregas?
¿Qué
te motiva a venir los domingos a la iglesia?
Estas
y otras más interrogantes deberían ser el pilar del cristiano en preguntarse,
¿porque vengo todos los domingos a la iglesia?, ¿qué hay de tras de todo esto?,
¿qué busco en la iglesia?, etc. Desde que el hombre y/o mujer decide aceptar a
Cristo en sus vidas, ocurren transformaciones, cambios radicales, forma de
hablar, forma de caminar, conductas que antes tenían inapropiadas y ahora están
sujetas y sometidas a los pies de Cristo, en fin muchas cosas buenas llegan al
ser humano por creer y confiar en un Dios vivo y poderoso.
Luego
de ese paso tan importante, comienza el desarrollo de una vida ferviente como
creyente de Dios, en buscar una congregación óptima donde pueda crecer
espiritualmente y conocimiento la sana doctrina que dejo Jesucristo a través de
sus apóstoles para toda la humanidad.
Muchas
de las personas asisten a la iglesia por: “Problemas en el matrimonio,
divorcios, hijos drogadictos, hijas prostitutas, hombres y mujeres con una
condición distinta a su sexo (homosexuales, lesbianas) que buscan libertad en
sus vidas, personas que vienen enfermas que necesitan sanidad en sus cuerpos.
Existen otras personas, que son simpatizantes del lugar, de la buena música,
pero cuando viene el predicador se espuman, se van, o dicen una “mentirita blanca”
ya vengo, y terminan por yéndose sin escuchar lo que Dios trae para nuestras
vidas.
Muchas
veces venimos al servicio de la iglesia y no aprovechamos nada será: ¿qué solo
vengo a sentarme?, ¿a jugar con el teléfono?, ¿a que me vean los demás?, ¿a solo
cantar?. A veces caemos, en una etapa del cristianismo donde el creyente va a
la iglesia solo para que lo vea el pastor o estas sentado y tu mente está
pendiente de la carne (trabajo, comida, dinero, ropa, carro, escuela, liceo,
universidad, sexo) y no estamos aptos y atentos a lo que Dios nos habla a
través de su Espíritu Santo. “El espíritu es el que da vida; la carne para nada
aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan
6:63).
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